Durante siglos, los Pelasgos han sido una de las incógnitas más sugerentes de la Antigüedad. Mencionados por los grandes autores griegos, aparecen siempre en los márgenes de la historia: como aliados de Troya, como habitantes primitivos de Grecia o como un eco de tiempos anteriores a los helenos. Su rastro, difuso y enigmático, ha alimentado tanto la investigación histórica como la imaginación mítica.

Los pelasgos en las fuentes clásicas
Los textos antiguos presentan a los pelasgos como un pueblo anterior a la llegada de los griegos. Homero, en la Ilíada, los cita como aliados de los troyanos, situándolos en Tesalia y en la Tróade. Heródoto, por su parte, los menciona como habitantes de varias regiones, desde el Ática hasta Lemnos, describiéndolos como un pueblo arcaico de lengua distinta al griego. Tucídides habla de los tirrenos-pelasgos en su Historia de la guerra del Peloponeso, mientras que Pausanias y Estrabón recogen tradiciones que los señalan como fundadores de ciudades y cultos.
Estas menciones, dispersas y a menudo contradictorias, coinciden en un punto: los pelasgos representan el sustrato prehelénico sobre el que se levantó la Grecia clásica.
Un origen envuelto en misterio
El problema central es que nunca existió una única definición de quiénes eran los pelasgos. Algunas teorías los sitúan en Asia Menor, otras en Tracia, y hay quienes los consideran una población autóctona del Egeo. El hecho de que el término “pelasgo” se aplicara a pueblos diferentes en tiempos y lugares distintos complica aún más la tarea de identificarlos.
Lo que parece claro es que los griegos veían en ellos a los antiguos habitantes de la tierra, los que ocuparon las regiones helenas antes de la llegada de los aqueos y dorios.
Creencias y cultura arcaica
Según la tradición, los pelasgos practicaban un culto primitivo a Zeus, sin templos ni estatuas, ofreciendo sus sacrificios al aire libre. Este detalle, transmitido por autores como Pausanias, sugiere una religiosidad más simple y menos antropomórfica que la religión griega clásica.
También se les atribuyó la fundación de ciudades y la introducción de ciertos ritos, lo que refuerza la idea de que los griegos veían en ellos una cultura madre, aunque difusa y envuelta en el mito.

¿Por qué los griegos hablaban de los pelasgos?
Aunque eran anteriores a los helenos, los griegos conservaron la memoria de los pelasgos. En muchas regiones se transmitían tradiciones locales que explicaban la existencia de ruinas, nombres arcaicos o cultos antiguos atribuyéndolos a este pueblo. Heródoto incluso señalaba que algunos descendientes de los pelasgos se habían helenizado, como ocurrió en el Ática.
En ese sentido, los pelasgos fueron para los griegos una manera de reconocer que no habían sido los primeros habitantes del Egeo, sino herederos de un pasado más remoto.
La visión de la historiografía moderna
La investigación actual es cauta: la mayoría de los historiadores considera que “pelasgo” fue más un término genérico que una etnia concreta. Servía para nombrar a las poblaciones indígenas, anteriores a los griegos, cuyo recuerdo sobrevivió en mitos y tradiciones locales.
Autores como Pierre Lévêque, John Chadwick o Moses I. Finley coinciden en que los pelasgos forman parte de una memoria colectiva sobre los orígenes, más que de una realidad histórica comprobable. La arqueología, de momento, no ha logrado confirmar su existencia como un pueblo definido.
El legado de un nombre
Aunque su identidad real se haya perdido, el nombre de los pelasgos se convirtió en un símbolo del pasado remoto de Grecia. Representan esa frontera difusa entre mito e historia, donde los recuerdos de los primeros pobladores se mezclan con la construcción cultural de los helenos.
En definitiva, los pelasgos encarnan la idea de que la historia de Grecia no comienza de golpe con Homero o los reyes micénicos, sino que se apoya en un sustrato más antiguo, del que apenas quedan huellas y nombres.