Dolmen de las Hijadillas I

A escasos kilómetros de Cáceres, oculto entre dehesas y caminos rurales, se levanta uno de los monumentos megalíticos más singulares de Extremadura: el Dolmen de las Hijadillas I. Su singularidad reside en varios factores: la monumentalidad de sus ortostatos, el buen estado de conservación de la cámara y el corredor, y sobre todo la peculiaridad de su entrada, formada por un umbral sostenido sobre dos jambas de cuarzo blanco, un detalle discreto pero único en el megalitismo extremeño.

Dolmen de las Hijadillas I, vista exterior en la dehesa de Cáceres, Extremadura.
Dolmen de las Hijadillas I, vista exterior en la dehesa – © @eduestellez
Dolmen de las Hijadillas I, cámara subcircular con ortostatos en pie.
Dolmen de las Hijadillas I, interior de la cámara – © @eduestellez

Un enclave en la dehesa extremeña

El dolmen se encuentra en la finca de La Hijadilla, dentro del término municipal de Cáceres y muy próximo a Malpartida de Cáceres, cerca del Monumento Natural de Los Barruecos. La localización no es casual: la llanura, dominada por formaciones graníticas y cursos de agua estacionales, ofrecía un espacio idóneo para los asentamientos humanos del Neolítico final y la Edad del Cobre. Además, la visibilidad del monumento desde distintos puntos del entorno refuerza la hipótesis de que su función iba más allá del ámbito funerario.

Estructura y dimensiones

El Dolmen de las Hijadillas I pertenece al tipo de dólmenes de corredor largo. Presenta una cámara de planta subcircular de aproximadamente 3,8 m (E-O) × 3,4 m (N-S), construida con diez grandes ortostatos de granito, algunos de ellos de más de dos metros de altura. El corredor, realizado en cuarcita-esquisto, mide 8,4 m de longitud, de modo que la longitud total del monumento alcanza los 11,8 m.

Dolmen de las Hijadillas I, entrada al corredor con umbral de cuarzo blanco.
Corredor del Dolmen de las Hijadillas I – © @eduestellez

Uno de sus elementos más llamativos es el umbral de entrada, sostenido sobre dos bloques de cuarzo blanco. Aunque no resulta especialmente espectacular a simple vista, los especialistas destacan este detalle como un elemento arqueológico excepcional dentro del megalitismo extremeño. El corredor conserva al menos una losa de cubierta en el arranque.

Un espacio para los vivos y los muertos

Como la mayoría de los monumentos megalíticos, se interpreta que el dolmen fue concebido como sepulcro colectivo. En su interior se habrían depositado restos humanos junto a ofrendas, reforzando los vínculos de la comunidad con sus ancestros. Sin embargo, diversos investigadores señalan que también pudo cumplir un papel de marcador territorial, visible y reconocible en el paisaje, que servía para articular la identidad de grupos sin asentamientos estables.

En el vestíbulo se conserva una especie de pileta tallada en la roca, probablemente añadida en épocas posteriores. Hoy, curiosamente, es utilizada por la fauna local.

Conservación y acceso

El dolmen se mantiene en un estado relativamente bueno, con la cámara reconocible en su totalidad y parte del corredor aún conservado. El túmulo de tierra que originalmente lo recubría ha desaparecido, como en la mayoría de los dólmenes peninsulares.

El acceso se realiza desde caminos rurales cercanos a la finca de La Redondilla y el cortijo de Mudaelpelo. Tras una corta caminata, se alcanza la estructura, perfectamente integrada en el entorno de la dehesa.

Un patrimonio a proteger

El Dolmen de las Hijadillas I figura en los inventarios arqueológicos de Extremadura y está protegido por la normativa regional y municipal vigente. Se halla muy próximo al Monumento Natural de Los Barruecos —a apenas unos tres kilómetros—, lo que enriquece su entorno natural y paisajístico sin llegar a estar incluido formalmente en la superficie protegida. Su importancia no radica únicamente en la monumentalidad de su arquitectura, sino también en lo que representa: la huella de sociedades prehistóricas que levantaron en piedra un testimonio de memoria, identidad y poder.


Enlaces de interés