Galieno, el emperador olvidado que sostuvo a Roma en la tormenta

En pleno derrumbe del siglo III, cuando el Imperio romano parecía partirse en pedazos, un emperador intentó mantener a flote la nave. No fue un conquistador deslumbrante ni un villano de tragedia: Publius Licinius Egnatius Gallienus, conocido en castellano como Galieno (253–268 d. C.), encarnó la resistencia serena en medio del caos, y la historia aún le debe una mirada justa.

Antoniniano del emperador Galieno con busto radiado en el anverso y divinidad en el reverso, siglo III d. C.
Antoniniano del emperador Galieno – © @eduestellez

Roma en la crisis

El siglo III fue un tiempo de invasiones bárbaras, epidemias y quiebras económicas. Los emperadores caían uno tras otro en medio de conspiraciones y guerras. Galieno comenzó su reinado junto a su padre, Valeriano: mientras él defendía Occidente, Valeriano combatía en Oriente. Todo se torció en 260, cuando los persas capturaron vivo a Valeriano, un golpe sin precedentes que dejó al joven emperador solo ante la tormenta. A la vez, Occidente se fracturó con el Imperio galo de Póstumo y en Oriente cobró peso Palmira bajo Odenato, lo que obligó a Galieno a priorizar recursos y maniobrar con pragmatismo.

Reformas y resistencia

Galieno comprendió que el ejército necesitaba cambiar. Reorganizó una reserva móvil de caballería —tradicionalmente vinculada a Aureolo en Mediolanum—, considerada precursora del ejército tardío, aunque su novedad y alcance son discutidos. Además, relegó al Senado de los altos mandos militares, confiando en profesionales ecuestres. Fueron decisiones polémicas, pero sentaron bases del ejército romano tardío.

En 260/261 dictó medidas de tolerancia que pusieron fin a la persecución y permitieron a los obispos retomar sus funciones y recuperar bienes eclesiásticos, sin convertir al cristianismo en religión oficial.

Propaganda y cultura

Lejos de ser un emperador solo de armas, Galieno cultivó la cultura. En sus antoninianos de la célebre “zoo series”, con leyendas como SOLI CONS AVG, se representaban animales simbólicos (como el Pegaso o el toro) asociados a Sol Invictus, emblema de eternidad y renovación. Con ello buscaba transmitir que Roma, pese a todo, renacería. En un tiempo donde la violencia era norma, él mantuvo un hilo de poesía y filosofía.

Críticas y legado

Los cronistas tardíos lo pintaron como frívolo y entregado al placer. Sin embargo, la numismática y la historiografía moderna lo reivindican como un reformador práctico que sostuvo al Imperio cuando todo parecía derrumbarse. Murió en 268, asesinado por sus propios oficiales en Mediolanum, en el contexto del sitio a Aureolo. El Senado lo condenó a la damnatio memoriae. Una fuente tardía afirma que Claudio II forzó al Senado a deificarlo; no hay, sin embargo, una serie de monedas de CONSECRATIO para él, por lo que la rehabilitación oficial sigue discutida.

El emperador en su justa medida

Galieno no fue el héroe perfecto ni el culpable de todos los males. Fue un hombre atrapado en la tormenta, que reformó, resistió y dio respiro a un Imperio al borde del abismo. Su figura, olvidada por siglos, merece hoy ser recordada como lo que fue: el emperador que sostuvo Roma cuando nadie más pudo.


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