Septiembre de 2025. La inteligencia artificial ya no es promesa de futuro: forma parte de nuestra rutina. Está en lo que compramos, en cómo trabajamos, en diagnósticos médicos y hasta en lo que creemos al leer una noticia. Su avance trae ventajas claras, pero también interrogantes y costes que no se pueden pasar por alto.

Compras y decisiones: la IA como consejera
Cada vez más jóvenes confían en asistentes de IA más que en influencers para decidir qué producto adquirir. Lo que antes requería revisar reseñas o vídeos ahora se resuelve con una conversación. La confianza se desplaza del carisma al algoritmo: menos fachada, más utilidad.
Trabajo: menos tareas mecánicas, más foco
En oficinas y empresas, los copilotos de IA ya redactan borradores, resumen documentos y procesan datos en minutos. Esto libera tiempo para tareas que sí necesitan criterio humano. No se trata de sustituir personas, sino de reducir errores y dar apoyo constante.
Salud: diagnósticos más rápidos
En hospitales españoles, sistemas de IA detectan lesiones en imágenes médicas antes de que sean visibles a simple vista. La meta no es reemplazar especialistas, sino priorizar casos, reducir errores y aportar una segunda lectura trazable. La validación clínica y la auditoría permanente son claves para que la confianza se mantenga.
Regulación: etiquetas y sanciones
Desde el 2 de agosto de 2025, la UE exige a los modelos de propósito general mayor transparencia y controles de riesgo. España tramita una norma que obligará a etiquetar todo contenido generado por IA, con sanciones que pueden alcanzar los 35 millones de euros. La nueva agencia estatal, con sede en A Coruña, vigilará su cumplimiento.
El coste oculto: energía y agua
El despliegue de centros de datos implica empleo e inversión, pero también consumo eléctrico y uso intensivo de agua. España prepara normas para que las compañías publiquen su huella y avancen en eficiencia. La pregunta no es solo qué hace la IA, sino cuánto cuesta sostenerla.
Sombras: deepfakes y engaños
La facilidad para crear vídeos o audios falsos convierte los deepfakes en un riesgo creciente. De estafas con voces clonadas a campañas de desinformación, los ejemplos se multiplican. La respuesta combina trazabilidad tecnológica, sanciones legales y educación digital para aprender a reconocer lo falso.
Lo que viene
- Contenidos con etiquetas visibles cuando estén generados por IA.
- Mayor adopción de asistentes en el trabajo, con presión para medir impacto real.
- Más proyectos médicos con IA validada y auditada.
- Datos públicos sobre consumo energético y de agua en centros de datos.
- Campañas educativas contra la desinformación digital.
- Informes de incidentes y medidas de mitigación en modelos generales cuando haya fallos relevantes.
Enlaces de interés
- European Commission: General-Purpose AI Code of Practice
- Reuters: Spain to impose massive fines for not labelling AI-generated content
- AESIA: La AESIA comienza su actividad presencial en A Coruña
- Bank of Spain: Adoption of artificial intelligence in Spanish firms (EBAE)
- OECD: The effects of generative AI on productivity, innovation and entrepreneurship
- Cinco Días: Maisa, startup valenciana de IA, levanta 25 millones
- EPRS (Parlamento Europeo): Children and deepfakes
- DataCenterDynamics: Spain to require data centres to publish energy consumption
- Cadena SER: La IA en radiodiagnóstico en el CHUAC
Nota: La ilustración que acompaña este artículo ha sido generada y editada con fines exclusivamente ilustrativos.