Vettonia, tierra de verracos

Los verracos de piedra —toros y cerdos tallados en granito— son la huella material más reconocible de los vettones. En Vettonia, su presencia no es anecdótica. La densidad, la escala y la continuidad histórica de estas esculturas las convierten en una clave para entender el territorio, la economía y las creencias de este pueblo de la Edad del Hierro. Estas esculturas se conocen también en la vecina región portuguesa de Trás-os-Montes, donde reciben el nombre de berrões.

Verraco de piedra vetón en Ávila, escultura granítica tallada en forma animal.
Verraco en Ávila – © @eduestellez

¿Quiénes eran los vettones?

Los vettones fueron un pueblo prerromano asentado en el occidente de la Meseta, en lo que hoy corresponde a Ávila, Salamanca, Cáceres y el norte de Toledo. Vivían en poblados fortificados conocidos como castros, y su economía se apoyaba sobre todo en la ganadería extensiva. Guerreros y pastores, estaban en contacto con otros pueblos vecinos como lusitanos, vacceos y carpetanos.

Aunque compartieron rasgos culturales con estos pueblos, los vettones dejaron una huella singular: los verracos de piedra, esculturas zoomorfas que todavía marcan su territorio. Estos monumentos no solo revelan el peso del ganado en su vida cotidiana, sino también su visión simbólica del mundo.

Un territorio marcado por la piedra

La cartografía de los verracos dibuja, casi de un vistazo, el paisaje vettón. Se han inventariado más de cuatrocientos ejemplares entre el occidente de la Meseta y Trás-os-Montes (Portugal), con especial concentración en Ávila y Salamanca, y presencia notable en Cáceres y el norte de Toledo. La datación mayoritaria oscila entre los siglos IV y I a. C., en plena Segunda Edad del Hierro, con pervivencias y reutilizaciones ya en época romana.

Verraco de piedra vetón con inscripción romana, en Villar del Pedroso.
Verraco vetón con inscripción romana, en Villar del Pedroso – © @eduestellez

Dónde encontrarlos

En Ávila, el Valle Amblés —de Ulaca a Villanueva del Campillo— está jalonado de verracos que señalan cañadas, pasos naturales y zonas de pasto. Salamanca conserva el emblemático verraco del puente romano, convertido en imagen identitaria de la ciudad. Cáceres, con ejemplares en el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara y en el entorno de Villasviejas del Tamuja (Botija), reúne hallazgos significativos; más al este, el fenómeno se prolonga hacia el norte de Toledo. También hay ejemplares en Zamora y Segovia, ya fuera del núcleo más denso, y en la raya luso-española de Trás-os-Montes.

El área de distribución es amplia y con límites difusos. La mayor concentración se da en las provincias de Ávila y Salamanca, prolongándose hacia Cáceres, Toledo y Portugal.

Granito, talleres y piezas en movimiento

Los verracos son, salvo contadas excepciones, esculturas de granito trabajadas a gran escala. La investigación reciente ha aportado un salto cualitativo: análisis geoquímicos y litológicos permiten rastrear canteras, delinear patrones de producción y apuntar la existencia de talleres. Estos estudios confirman además que muchos verracos fueron reubicados respecto a su emplazamiento original, lo que explica ciertos desajustes entre pieza y contexto actual. Los análisis geoquímicos más recientes están ayudando a localizar canteras y a confirmar traslados históricos, lo que perfila posibles talleres de producción.

Animales y tipologías

La fauna representada es selectiva: toros y cerdos o jabalíes dominan el repertorio, con los jabalíes relativamente raros. La talla oscila entre figuras muy esquemáticas y otras de gran plasticidad, con detalles anatómicos —cuello, papada, arranque de cuernos o colmillos— que permiten distinguir sexos y, a veces, incluso diferenciar animales domésticos de salvajes por rasgos físicos.

Piezas emblemáticas

  • Villanueva del Campillo (Ávila) conserva el verraco más monumental del ámbito vettón, un toro de dimensiones excepcionales (250 cm de alto y 243 cm de largo, medidas oficiales), hoy expuesto en la plaza. Es una de las mayores esculturas de granito monumental del ámbito vettón.
  • Los Toros de Guisando (El Tiemblo, Ávila) —cuatro esculturas agrupadas— se han convertido en referente popular desde la Edad Moderna; su emplazamiento y lectura histórica ilustran bien la historia de la pieza (tallado, uso, traslado, nuevas lecturas).
  • El verraco geminado de El Gordo (Cáceres), recuperado en 2021, aporta una tipología inusual: dos cerdos unidos que podrían representar una pareja macho-hembra, clave para revisar cómo se codificó el sexo en la escultura vetona.

¿Para qué servían?

No existe una única función, pero el consenso actual combina varias dimensiones:

  • Ganadera y protectora. En una sociedad con fuerte base pastoril, los verracos se entienden como guardianes simbólicos de pastos y rebaños.
  • Territorial. Actuarían como marcadores de límites comunitarios, rutas de trashumancia o derechos de uso.
  • Religiosa y conmemorativa. Su asociación a necrópolis, su reutilización en contextos romanos y la existencia de inscripciones latinas en algunos ejemplares —como el verraco de Talavera de la Reina, reutilizado con epigrafía romana— sustentan una función religiosa y memorial.
Verraco de piedra en Salamanca, junto al puente romano y la ciudad al fondo.
Verraco en Salamanca – © @eduestellez
Verraco de piedra vetón en granito, escultura zoomorfa localizado en Ávila.
Verraco en Ávila – © @eduestellez

Hallazgos y nuevas lecturas (siglo XXI)

La última década ha sido especialmente fértil. El estudio del verraco geminado de El Gordo ha introducido evidencia de representación femenina, además de abrir líneas sobre identidad animal (doméstico/salvaje) y paisaje social. En paralelo, los análisis litológicos y geoquímicos recientes están identificando canteras y circuitos de distribución, lo que delinea una geografía de talleres y confirma traslados históricos de esculturas.

Verraco en San Felices de los Gallego un día nevando
Verraco en San Felices de los Gallegos bajo la nieve – © @eduestellez

Un símbolo que perdura

En Vettonia, los verracos condensan territorio, economía y memoria. Son hitos de piedra que han sobrevivido a cambios de paisaje, de culto y de poder. Por eso, más que estatuas aisladas, funcionan como un sistema visual que nos permite entender cómo los vettones —pastores y guerreros— pensaron y ordenaron su mundo.


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