Valcorchero esencial: el orden del caos

En Valcorchero, cada rama de encina es un gesto y cada roca un silencio. A simple vista todo parece desordenado: troncos que se retuercen buscando la luz, canchos de granito apilados como si fueran restos de un derrumbe eterno, sombras que se cruzan sin lógica aparente. Pero basta despojar al paisaje de color para descubrir su esencia. El blanco y negro no resta, revela: convierte la confusión en partitura y muestra la lucha interior de un territorio vivo.

Bosque de encinas y alcornoques entre formaciones rocosas en Valcorchero, Plasencia, bajo un cielo parcialmente nublado en blanco y negro.
Valcorchero – © @eduestellez

El claroscuro de la dehesa

Valcorchero es un paisaje protegido a las afueras de Plasencia que nunca se entrega de golpe. Sus encinas y alcornoques parecen combatientes en tensión, ramas que se alzan, que se doblan, que se quiebran y resisten. El blanco y negro acentúa esa batalla, convierte a cada árbol en metáfora de un esfuerzo antiguo. No hay verdes que distraigan: queda solo la crudeza de las formas, el relato de la supervivencia escrito en la corteza.

Bosque de encinas y alcornoques entre formaciones rocosas en Valcorchero, Plasencia, bajo un cielo parcialmente nublado en blanco y negro.
Valcorchero – © @eduestellez

Piedras que hablan

Los canchos, esas moles graníticas que emergen de la tierra como testigos inmóviles, parecen caóticos. Sin embargo, en monocromo se revela un orden secreto: aristas que dialogan con las sombras, superficies que repiten ritmos, equilibrios que sostienen el conjunto. La mirada descubre que en la aparente confusión late una arquitectura natural.

La huella humana

En medio de este escenario también late la memoria. Valcorchero guarda en su interior la Cueva de Boquique, con su yacimiento arqueológico. No es momento de detenernos en su historia —ya tratado en otro artículo—, pero sí para recordarlo como parte de esa continuidad entre naturaleza y cultura. El paisaje no solo habla de árboles y piedras: también guarda las huellas de quienes lo habitaron hace milenios. Para conocer más sobre este enclave, puede verse aquí.

Una mirada esencial

Observar Valcorchero sin color es aceptar que el paisaje impone sus propias reglas. La encina y el alcornoque, la sombra y la luz, se entrelazan en un claroscuro que no busca artificio. El blanco y negro desnuda el territorio, lo vuelve más legible, lo devuelve a su esencia. No se trata de una técnica, sino de una actitud: mirar sin adornos, escuchar lo que el lugar dice cuando calla el color.

Bosque de encinas y alcornoques entre formaciones rocosas en Valcorchero, Plasencia, bajo un cielo parcialmente nublado en blanco y negro.
Valcorchero – © @eduestellez
Bosque de encinas y alcornoques entre formaciones rocosas en Valcorchero, Plasencia, bajo un cielo parcialmente nublado en blanco y negro.
Valcorchero – © @eduestellez

El latido del lugar

Valcorchero no es un museo de piedra: es dehesa en uso, con ganado que pasta, con manantiales y viejos abrevaderos que hablan de siglos de vida compartida. Caminarlo es reconocer que el paisaje late, que su belleza no está en la perfección, sino en la mezcla de fuerzas opuestas. La fotografía en blanco y negro solo hace visible lo que ya estaba allí: la tensión, la resistencia, la armonía escondida en el desorden.

Bosque de encinas y alcornoques entre formaciones rocosas en Valcorchero, Plasencia en blanco y negro.
Valcorchero – © @eduestellez

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