Guardas jurados en la Guerra Civil española

En la España rural de los años treinta, especialmente en regiones como Castilla, Andalucía o Extremadura, el guarda jurado era una figura con la escopeta al hombro y palabra de ley. No pertenecía a ningún cuerpo policial, pero su sola presencia imponía respeto, temor o lealtad, según el caso. Legalmente, respondían a un nombramiento de la autoridad gubernativa, según la legislación sobre seguridad rural vigente desde el siglo XIX, como el Reglamento de Guardas Jurados de Montes, Caza y Pesca aprobado en 1907. Con el estallido de la Guerra Civil, esta figura quedó atrapada en el fuego cruzado de una lucha ideológica que también se libraba en los caminos, los campos y las fincas. Su rol, aunque menos visible en los grandes frentes, fue determinante en la vida cotidiana de muchos de pueblos.

Una figura armada antes del conflicto

Antes de la guerra, los guardas jurados eran agentes auxiliares de seguridad, juramentados por la autoridad gubernativa, encargados de custodiar fincas privadas, montes, campos, cotos de caza o instalaciones industriales. Actuaban con cierto poder coercitivo y llevaban armas, aunque no formaban parte de los cuerpos policiales del Estado. En muchas zonas rurales, eran figuras temidas o respetadas, en función de su vinculación con los terratenientes.

Polarización y desconfianza

Con el estallido de la guerra, su carácter de agentes de orden armados hizo que rápidamente fueran considerados por unos u otros como aliados o enemigos políticos.

En zonas republicanas, muchos guardas jurados fueron desposeídos de sus armas y autoridad, especialmente si se sospechaba que simpatizaban con la derecha o con los propietarios rurales.

En cambio, en zonas sublevadas, aquellos que mostraban simpatías por el Frente Popular o por sindicatos agrarios fueron apartados o represaliados. En algunos municipios de Castilla y León, por ejemplo, hay constancia en archivos locales de guardas destituidos o arrestados tras ser denunciados por vecinos o autoridades afines al nuevo orden franquista.

Incorporación a milicias o cuerpos armados

Algunos guardas jurados se integraron en milicias locales, especialmente en pueblos rurales donde la autoridad estatal colapsó en los primeros meses del conflicto.

En la zona republicana, hubo casos de guardas que se pasaron a las patrullas de control anarquistas o comunistas, o que fueron forzados a colaborar con ellas. Según testimonios recogidos en los archivos de Salamanca y en la prensa local de la época, algunos guardas participaron en registros o confiscaciones ordenadas por los comités revolucionarios.

En la zona franquista, otros guardas jurados fueron integrados en las Milicias de Falange o requetés y ejercieron labores de vigilancia y control del territorio. Esta integración aparece documentada en partes de guerra y boletines provinciales conservados en archivos militares.

Informadores y delatores

Su conocimiento del terreno rural y de los habitantes locales les convirtió en fuente de información privilegiada, tanto para la represión franquista como para la persecución de «enemigos de clase» en zona republicana. En algunos pueblos de Extremadura, por ejemplo, los guardas señalaron casas, fincas o familiares de afiliados a la CNT, según consta en informes de la Guardia Civil conservados en el Archivo Histórico Nacional.

En zonas controladas por los sublevados, algunos antiguos guardas sirvieron para identificar simpatizantes republicanos, sindicalistas o miembros de UGT y CNT. Documentos recogidos en los archivos provinciales de Cáceres y Ciudad Real muestran casos detallados de esta colaboración.

En la retaguardia republicana, en cambio, fueron objetivos frecuentes de purgas. Aunque no todas estas provincias estuvieron enteramente bajo control republicano, en lugares como Badajoz, Cáceres, Ávila o Salamanca se han documentado episodios locales de violencia o represalias en los primeros compases del conflicto. La historiografía reciente, como la obra de Francisco Cobo Romero sobre el campo andaluz durante el franquismo, analiza este fenómeno con detalle.

Represión y depuración

Tras la guerra, el régimen franquista instauró un proceso sistemático de depuración del funcionariado, y muchos antiguos guardas jurados que hubieran actuado en zona republicana fueron encausados, depurados o ejecutados por «auxilio a la rebelión» si se les consideraba desafectos al «nuevo Estado». Se estima que cientos de ellos fueron procesados, con especial intensidad en zonas como Andalucía occidental, el norte de Castilla y parte de Extremadura. Investigaciones como las del historiador Francisco Espinosa Maestre documentan numerosos casos abiertos contra antiguos guardas durante la década de los 40.

A ello se sumó la reestructuración del sistema de vigilancia rural: muchos antiguos guardas fueron absorbidos —según algunas estimaciones, varios centenares— en cuerpos oficiales, en algunos casos de forma voluntaria y en otros por necesidad o presión institucional, en cuerpos como:

  • La Guardia Civil rural, reforzada tras la contienda.
  • El Servicio de Guardería Forestal (luego ICONA), en tiempos del franquismo, según recogen boletines oficiales y órdenes ministeriales de la época.

Algunos continuaron ejerciendo como guardas jurados en fincas privadas o entornos rurales bajo regulación del nuevo régimen. La figura del guarda jurado fue mantenida y redefinida legalmente durante el franquismo mediante decretos y reglamentos que aseguraban su función subordinada a la autoridad estatal.

Una pieza clave en el tablero local

Estaban en el centro de la lucha entre las estructuras tradicionales de poder (terratenientes, Iglesia, derecha) y las nuevas fuerzas emergentes (sindicatos, comités, milicias), en un paisaje rural donde los vínculos personales y la memoria local amplificaban cualquier alineamiento político. A día de hoy, su historia apenas se recuerda, pero su trayectoria ofrece claves para entender las tensiones que aún perviven entre autoridad, territorio y comunidad en la España contemporánea.

La Guerra Civil convirtió a los guardas jurados en un colectivo vulnerable, instrumentalizado por ambos bandos y marcado por su vínculo con el orden rural tradicional. Su papel, aunque a menudo invisible en la historia militar oficial, dejó huella en muchas comunidades y refleja los conflictos no solo ideológicos, sino profundamente sociales, de la España del siglo XX.


Preguntas frecuentes

¿Quiénes eran los guardas jurados antes de la Guerra Civil?
Eran agentes juramentados para vigilar propiedades rurales y privadas, con funciones de seguridad pero sin formar parte de las fuerzas policiales.

¿Cómo afectó la Guerra Civil a su papel?
Fueron vistos como aliados o enemigos según el bando, lo que llevó a que muchos fueran desarmados, represaliados o integrados en milicias.

¿En qué zonas fueron más perseguidos?
Fueron más vulnerables en áreas rurales bajo control del bando contrario a sus afinidades políticas. Hubo episodios especialmente documentados en zonas como el norte de Castilla, el este de Andalucía y algunas comarcas extremeñas, tanto por purgas en los primeros meses de guerra como por represión durante la posguerra.

¿Qué ocurrió con ellos tras la guerra?
Muchos fueron depurados o integrados en estructuras del nuevo régimen.

¿Por qué su figura fue clave a nivel local?
Porque conocían el terreno, a la población y actuaban como brazo armado del orden rural, siendo instrumento de control por parte de ambos bandos.


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