Noche en Mónsul: sensaciones bajo las estrellas

Aquella noche de abril en la playa de Mónsul, en pleno Cabo de Gata, el tiempo se aflojó como una cuerda suelta. El viento venía limpio del levante, la arena guardaba calor y el cielo —profundo, generoso— parecía inclinarse sobre nosotros. Llegamos a hacer fotos, sí, pero pronto la cámara quedó en segundo plano: había algo más que mirar.

Noche en la playa de Mónsul con cielo estrellado y roca volcánica.
La peineta de Mónsul bajo las estrellas – © @eduestellez

Abril, silencio y salitre

La oscuridad en Mónsul no es un vacío: tiene textura. Huele a sal húmeda y lava vieja. Se oye el vaivén del mar como quien escucha una respiración lenta. La vista tarda unos minutos en adaptarse y, cuando lo hace, el firmamento se abre como una cortina discreta: aparecen manchas lechosas, constelaciones familiares y ese cosquilleo que uno siente cuando reconoce un lugar que no es de nadie y es de todos.

La peineta volcánica, guardián de la orilla

La silueta más conocida de Mónsul —la llamada Peineta de Mónsul, esa roca en forma de peineta que avanza sobre el agua— se recorta en negro contra el cielo. De cerca, la lava parece panal. De lejos, es un gesto: una mano que señala al horizonte. La espuma alcanza los tobillos y se retira prudente, como si también escuchara. En la duna, el viento escribe y borra su propio alfabeto en cuestión de segundos.

Un plató sin cámaras

Mónsul lleva décadas acostumbrada a los focos. Aquí volaron “gaviotas” para salvar a Indiana Jones y la última cruzada, aquí cayó Atreyu en La historia interminable, aquí se detuvo el tiempo en Hable con ella. Pero de noche, sin equipo ni figurantes, el decorado vuelve a ser costa: una playa volcánica, mínima, esencial. El cine se queda como un eco y el paisaje recupera la primera palabra.

Vía Láctea sobre la playa de Mónsul en Cabo de Gata con cielo despejado.
Silencio y mar en Mónsul – © @eduestellez
Cielo estrellado en Cabo de Gata con silueta de pitas y montañas al fondo.
Pitas frente al cielo nocturno – © @eduestellez

La escena que vuelve

En silencio, la mente proyecta su propio metraje. Uno imagina el paraguas de Sean Connery abriendo y cerrándose bajo estas mismas rocas; el ruido del avión, sofocado por un batir de alas. Después, queda lo esencial: la respiración del mar, el granulado de estrellas, la certeza de que esta bahía guarda historias y, aun así, nunca repite la misma noche.

Lo que se queda

Al marcharnos, el frío de la madrugada había deshecho la tibieza de la arena. En la tarjeta de memoria quedaron huellas de luz; en la memoria que importa, quedaron otras: las del olor a salitre, la piel erizada por el viento, la sombra de la Peineta de Mónsul, la Vía Láctea insinuándose sobre el perfil oscuro de Cabo de Gata. Fotografiar fue la excusa; lo verdadero fue estar ahí.


Enlaces de interés