El Ángel Rojo de Madrid: la humanidad en medio de la barbarie

Melchor Rodríguez García, conocido como El Ángel Rojo, fue una figura excepcional en la Guerra Civil Española. En un tiempo marcado por el odio, la violencia y la venganza, este anarquista sevillano desafió la lógica de la guerra y se convirtió en símbolo de humanidad al salvar miles de vidas en las cárceles de Madrid. Se calcula que gracias a su intervención directa se libraron de la muerte miles de prisioneros que habrían sido víctimas de las temidas “sacas” y “paseos”.

Ilustración hiperrealista del Ángel Rojo de Madrid protegiendo a presos durante la Guerra Civil Española

Un anarquista con principios

Nacido en Sevilla en 1893, Melchor Rodríguez se forjó desde joven en un ambiente obrero y militante. Afiliado a la CNT-FAI, conoció la cárcel en múltiples ocasiones antes de 1936. Cuando estalló la Guerra Civil, su compromiso libertario se puso a prueba en circunstancias extremas: Madrid se sumía en el caos, las prisiones se llenaban de sospechosos y las sacas y paseos —traslados nocturnos en los que muchos eran ejecutados extrajudicialmente— amenazaban con convertir la represión en una rutina sangrienta.

Delegado de prisiones: el freno a las sacas

En noviembre de 1936, Rodríguez fue nombrado delegado especial de prisiones en Madrid. Desde ese cargo, ejerció una labor tan arriesgada como trascendental: parar los traslados nocturnos y frenar las ejecuciones sin juicio. Con presencia física en cárceles como la Modelo, supervisaba convoyes y garantizaba que los presos no fueran víctimas de linchamientos o asesinatos.

Fotografía histórica de Melchor Rodríguez, el Ángel Rojo de Madrid, dando un discurso durante la Guerra Civil Española
Melchor Rodríguez García (1936) – Wikimedia Commons

En aquellos meses, las temidas sacas de presos desembocaban en ejecuciones masivas en distintos puntos de Madrid y sus alrededores —con Paracuellos del Jarama como ejemplo más conocido—. Fue entonces cuando Melchor Rodríguez intervino, imponiendo que ningún traslado se realizara sin autorización, lo que contribuyó a frenar la continuidad de esas matanzas.

En Alcalá de Henares, por ejemplo, logró impedir una masacre de más de mil reclusos. Su firmeza le enfrentó a sectores comunistas y milicianos que consideraban “necesaria” la violencia. Pero Rodríguez, fiel a sus principios, repetía una frase que se le atribuye: «Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas».

El precio de la coherencia

Su empeño no estuvo exento de consecuencias. Fue destituido en marzo de 1937, cuando las tensiones internas en el bando republicano lo apartaron de su cargo. Aunque sus esfuerzos no lograron eliminar la represión por completo, su intervención marcó un antes y un después en el trato a los prisioneros. Miles de vidas quedaron a salvo, entre ellas militares, sacerdotes, falangistas y civiles sospechosos de simpatizar con los sublevados.

Al final de la guerra, en marzo de 1939, Melchor Rodríguez fue nombrado brevemente alcalde de Madrid. Le tocó desempeñar un papel simbólico pero decisivo: entregar la ciudad a las tropas franquistas sin que se produjera un baño de sangre.

Juicio, cárcel y olvido

Con la victoria franquista, Rodríguez fue encarcelado y juzgado en consejo de guerra. Aunque se pidió la pena de muerte para él, sobrevivió gracias a los testimonios de muchos de aquellos a quienes había salvado. Pasó años en prisión, salió en libertad y vivió en Madrid, manteniendo hasta el final su fidelidad a las ideas anarquistas.

Murió en 1972. En su entierro, acudieron tanto anarquistas como falangistas: enemigos irreconciliables unidos por el respeto a un hombre que había desafiado la lógica de la guerra.

Reconocimiento tardío

Durante décadas, su figura quedó relegada a la memoria oral y a círculos reducidos. No fue hasta el siglo XXI cuando comenzó a recibir el reconocimiento merecido. En 2006 se estrenó el documental El ángel rojo de Alfonso Domingo, y en 2009 este mismo autor publicó la primera gran biografía sobre él en Editorial Espasa.

En 2023, el Ayuntamiento de Madrid le concedió la Medalla de Honor de la ciudad, y en 2024 se encargó oficialmente su retrato como último alcalde republicano. Un gesto tardío pero justo hacia alguien que encarnó la dignidad en tiempos oscuros.

Un símbolo de humanidad

El Ángel Rojo es hoy recordado como un ejemplo de coherencia ética. En medio de la Guerra Civil, eligió salvar vidas por encima de bandos e ideologías. Su legado interpela al presente: incluso en los contextos más violentos, siempre existe espacio para la compasión y la justicia.

Placa conmemorativa en Triana dedicada a Melchor Rodríguez, el Ángel Rojo de Madrid, con retrato y texto en su honor
Placa conmemorativa en Triana dedicada a Melchor Rodríguez – Wikimedia Commons

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Nota: La ilustración que acompaña este artículo ha sido generada y editada con fines exclusivamente ilustrativos.