La División Azul no fue la única huella que dejó España en la Segunda Guerra Mundial. Mientras miles de voluntarios combatían en el frente de Leningrado, un grupo más reducido pero igualmente significativo se incorporaba a la Luftwaffe. Eran los hombres de la Escuadrilla Azul, aviadores españoles que entre 1941 y 1944 volaron bajo insignias alemanas en los cielos del frente oriental.

Del frente de Leningrado a los cielos de Moscú
La decisión de enviar pilotos españoles respondió al mismo equilibrio político que la División Azul: apoyar a Hitler en su lucha contra la Unión Soviética, pero sin comprometer oficialmente la neutralidad de España. Por eso, la Escuadrilla Azul se organizó como un contingente de «voluntarios», aunque en realidad fueron seleccionados entre lo mejor de la Aviación Nacional.
El primer grupo partió en el verano de 1941, apenas semanas después del inicio de la Operación Barbarroja. En total se sucedieron cinco rotaciones de escuadrillas, hasta febrero de 1944, con el relevo efectivo de la última en Bobruisk el 23 de febrero, cuando la situación militar de Alemania hacía insostenible su presencia.
Cronología breve: 1.ª Escuadrilla (julio de 1941), 2.ª (1942), 3.ª (1942–43), 4.ª (Kursk, verano de 1943) y 5.ª (Bobruisk, febrero de 1944).
Cómo estaba organizada la Escuadrilla Azul
Cada escuadrilla estaba compuesta por una veintena de pilotos y un núcleo de mecánicos y armeros; al integrarse en la Luftwaffe, la logística y el mantenimiento recaían mayoritariamente en personal alemán. Esta limitación tuvo consecuencias prácticas: los españoles aportaban su pericia como cazadores, pero dependían en gran medida de la infraestructura germana.
La unidad operó con la designación 15.(Spanische) Staffel, primero en el JG 27 y después en el JG 51 “Mölders”, dos de las alas de caza más activas de la Luftwaffe. Volaron aviones Messerschmitt Bf 109 (E/F/G) y, en fases posteriores, también el Focke-Wulf Fw 190A. En sus uniformes de reglamento alemán lucían discretamente un parche con la bandera española en la manga y solían llevar la camisa azul falangista, al igual que los divisionarios.
Un frente difícil: misiones y partisanos
La Escuadrilla Azul operó sobre todo en el sector central del frente oriental, en zonas como Smolensk, Orel o Kursk. Sus misiones fueron de escolta, caza y protección de bombarderos. Se enfrentaron a cazas Yakovlev y Lavochkin, así como a bombarderos Ilyushin.
Los aeródromos donde se asentaban no eran lugares seguros. Las áreas de Smolensk–Orel–Briansk registraron intensa actividad partisiana, con sabotajes a ferrocarriles, emboscadas a convoyes y hostigamiento constante a la retaguardia alemana. Aunque la defensa de los aeródromos estaba en manos de la Luftwaffe y la Wehrmacht, los españoles compartieron esa sensación de vulnerabilidad permanente.
Resultados y pérdidas
A lo largo de las cinco rotaciones, la Escuadrilla Azul consiguió más de 160 derribos acreditados, un registro notable si se tiene en cuenta su tamaño. Pero las pérdidas también fueron significativas: alrededor de 19–20 pilotos españoles murieron o desaparecieron en combate, y algunos llegaron a ser hechos prisioneros.
Su última rotación, en 1944, coincidió con el retroceso alemán en todos los frentes. La retirada de la Escuadrilla Azul marcó el final de la colaboración aérea entre Franco y Hitler, aunque mucho después su recuerdo continuó dividiendo opiniones.
Una memoria incómoda
La Escuadrilla Azul ha quedado en segundo plano respecto a la División Azul, pero su historia refleja con claridad la compleja relación entre el régimen franquista y la Alemania nazi. Para algunos, fue una gesta de valor individual en condiciones extremas; para otros, la prueba de una colaboración incómoda que contradice la supuesta neutralidad de España.
Lo cierto es que aquellos pilotos españoles de la Luftwaffe representan un capítulo singular de la Segunda Guerra Mundial: hombres que, bajo otra bandera, combatieron una guerra que oficialmente no era la suya.
