A finales del siglo II a.C., Roma atravesaba una profunda crisis militar y social. Los ejércitos, formados hasta entonces por pequeños propietarios, empezaban a desmoronarse. Las derrotas contra los cimbrios y teutones, sumadas a las tensiones internas de la República, exigían un cambio radical. Fue entonces cuando irrumpió Cayo Mario, un general plebeyo que transformaría para siempre la estructura del ejército romano y, con ello, el destino de la propia República.

Un ejército en decadencia
Hasta ese momento, el servicio militar estaba reservado a los ciudadanos que poseían tierras. Esta condición tenía sentido en los primeros tiempos: se suponía que quien luchaba en defensa de Roma debía tener algo que proteger. Sin embargo, a medida que Roma expandía sus fronteras y las campañas se alargaban, los pequeños campesinos eran incapaces de mantener sus propiedades. Muchos regresaban arruinados, engrosando las filas de los desposeídos urbanos, sin tierras y sin futuro.
El ejército necesitaba hombres, pero las normas censitarias impedían reclutar a quienes más estaban dispuestos a servir. El resultado era un vacío de efectivos en un momento crítico para la supervivencia de Roma.
La visión de Cayo Mario
Cayo Mario, elegido cónsul en el año 107 a.C., vio en esta situación una oportunidad. En lugar de limitarse al viejo sistema censitario, normalizó y amplió el alistamiento voluntario, incorporando también a los capite censi (los ciudadanos sin propiedades). No supuso una abolición súbita del requisito de propiedad, pero sí un salto cualitativo que abrió la carrera militar a los más pobres y aceleró la profesionalización del ejército. Como señala Plutarco, Mario llegó a inscribir pobres sin bienes, “contra ley y costumbre”, abriendo de hecho el acceso al ejército más allá del censo tradicional.
A cambio de su servicio, los soldados recibían un sueldo, botín de guerra y, al licenciarse, tierras en las colonias. La lealtad del soldado pasaba así a depender menos de la República y más de su general, un cambio que tendría consecuencias políticas de enorme alcance.
Las reformas militares de Mario en detalle
Las innovaciones atribuidas a Mario fueron diversas y marcaron un antes y un después en la historia del ejército romano. Más que un acto único, constituyeron un proceso prolongado de transformaciones entre finales del siglo II a.C. y la época de Augusto:
- Reclutamiento abierto: permitió la incorporación de los capite censi, los ciudadanos sin propiedades, ampliando la base social del ejército.
- Cohorte como unidad táctica: contribuyó a consolidar la cohorte frente al manípulo, haciendo la legión más flexible y maniobrable. La cohorte no nació con Mario: se documenta antes y su generalización parece culminar en la Guerra Social; Mario contribuyó a esa consolidación.
- Las mulas de Mario: cada legionario debía cargar su propio equipo, reduciendo la dependencia de trenes de bagajes y aumentando la autonomía en campaña.
- El águila legionaria: según Plinio el Viejo, en su segundo consulado (104 a.C.) Mario instituyó el águila (aquila) como estandarte exclusivo de la legión, reforzando la cohesión simbólica.
- El rediseño del pilum: las fuentes atribuyen a Mario un ajuste del arma (reemplazar un remache por un pasador de madera) para que, al romperse, el asta se doblara e inutilizara el arma o el escudo enemigo; su difusión masiva, sin embargo, es discutida.
El nuevo soldado romano
La profesionalización del ejército implicó cambios logísticos y tácticos. Mario contribuyó a la consolidación de la cohorte como unidad operativa —más flexible que el manípulo—, en un proceso ya en marcha y que terminaría por imponerse en el último siglo de la República.
Cada legionario llevaba consigo todo lo necesario para la campaña: armas, armadura, provisiones y equipo de campamento. La pesada carga le valió al soldado romano el apodo de “mula de Mario”, pues, al igual que una bestia de carga, debía desplazarse con todo a cuestas. Este sistema reducía la dependencia de los trenes de bagajes, aumentaba la movilidad y fortalecía la disciplina, convirtiendo al ejército en una fuerza más resistente y autónoma. Además, esa pesada carga incluía herramientas de construcción: picos, palas y estacas con las que los legionarios levantaban cada noche un campamento fortificado (castra). Esta práctica, ya descrita por Polibio en el siglo II a.C., se mantuvo y cobró nuevo vigor con los soldados de Mario, que gracias a su autonomía podían erigir defensas regulares sin depender de trenes de apoyo, reforzando así la disciplina y la seguridad de la legión.
Consecuencias políticas y sociales
Las reformas de Mario coincidieron con dos victorias decisivas: Aquae Sextiae (102 a.C.) contra teutones y ambrones, y Vercellae (30 de julio de 101 a.C., junto a Q. Lutacio Catulo) frente a los cimbrios. Roma garantizó así su supervivencia tras años de derrotas.
Sin embargo, el efecto político fue más complejo. Los soldados, dependientes de su general para asegurar recompensas y tierras, desarrollaron una lealtad personal hacia sus comandantes. Esto debilitó la autoridad del Senado y abrió el camino a caudillos militares como Sila, Pompeyo, César y, finalmente, Augusto.
En otras palabras: las reformas que salvaron a Roma en el corto plazo también contribuyeron, junto a la Guerra Social, las marchas de Sila y los mandos extraordinarios, a erosionar las bases de la República.
Legado de las mulas de Mario
Las “mulas de Mario” se convirtieron en símbolo del nuevo soldado romano: resistente, disciplinado y profesional. Durante siglos, ese ejército profesional fue la herramienta que expandió Roma hasta convertirla en un imperio, en un proceso que culminó bajo Augusto, con términos de servicio fijados (16 y luego 20 años) y la creación del aerarium militare (6 d.C.) para costear las primas de licenciamiento de los veteranos.
Más allá de la anécdota, las reformas de Mario representan un momento decisivo en la historia universal: el paso de una milicia ciudadana a un ejército profesional, con todas las consecuencias sociales y políticas que ello conllevó.

Enlaces de interés
- Plutarco: Vida de Cayo Mario (Loeb/LacusCurtius, bilingüe)
- Plinio el Viejo: Historia Natural 3 (libros VII XI) [ocr]
- Publius Cornelius Tacitus: Anales
- Al Loro: El optio: el suboficial olvidado de las legiones romanas
- Historia National Geographic: Legiones de Roma, la vida en el campamento
- Al Loro: Los speculatores romanos: exploradores, correos y agentes del poder imperial
- ABC: Las reformas de Mario: los 7 secretos que forjaron a las invencibles legiones romanas
Nota: Las ilustraciones que acompañan este artículo han sido generadas y editadas con fines exclusivamente ilustrativos. La fotografía real es propiedad del autor y se utiliza únicamente con fines editoriales.